(Julio de 2007)
El nombre de Nouakchott, capital de Mauritania, tiene varios significados:
- Lugar donde aparece el agua cuando se cava un pozo
- Lugar de pastos salados
- Lugar donde abundan las conchas
- Lugar de los vientos
De los dos últimos doy fe. Por un lado, da igual en qué parte de la ciudad te encuentres que verás millones y millones de conchas, incluso en pleno desierto. Estos fósiles nos recuerdan dos cosas: por un lado, que hace mucho, muchísimo tiempo, aquello o era mar o éste estuvo muy cerca; por otro, es reflejo de que Mauritania es uno de los países más pobres del planeta, donde el "desarrollo" apenas existe y la mano del hombre aún no se ha cargado lo que la naturaleza ha dejado allí.
En cuanto al viento, suele ser tan fuerte que si no barres las aceras cada día corres el riesgo de ser engullido por el desierto que rodea la ciudad.
Yo llegué de noche y me llevaron directamente al hotel. Por las ventanillas del coche ves pobreza, pobreza y más pobreza. Ya en tu habitación te das cuenta de todo aquello es falso, un mundo de fantasía que nada tiene que ver con lo que hay en el exterior. Cuando amanece y te asomas al balcón lo ratificas.
Paseando por el desierto descubres muchas cosas. La gente lo utiliza como vertedero, hay partes que son un auténtico foco de infección. Pero no sólo hay basura, también está lleno de camellos. Algunos son salvajes pero otros son fuente de alimento para muchas familias. No porque se los coman sino porque éstos dan leche y con la leche se hace queso que luego venden o simplemente se lo comen para vivir. Lo más impactante es que muchas de esas familias viven en pleno desierto, protegidos únicamente por una caseta de lona llamada jaima.
Otra forma de ganarse la vida es el mar. Cuando me llevaron a la Playa de Nouakchott no podía creer lo que estaba viendo. Miles de mauritanos pescando, comprando o vendiendo lo que sacaban del mar. Decenas de cayucos esperaban en la orilla a sus dueños para salir a faenar, los mismos cayucos que utilizan las mafias para traficar con personas que se embarcan en una aventura que muchas veces no tiene final. Y entre tanta gente, el caos. Delante de nuestros ojos sacaron del mar a un hombre con los ojos en blanco y casi muerto. Se había ahogado. Decenas de personas se agolparon a su alrededor y tras reanimarlo volvió a la vida. La gente se reía, se tomaba a risa lo que pudo haber sido una tragedia, un gesto que me hizo pensar que allí la vida no vale nada.
Antes de que nos lincharan nos fuimos. Allí los blancos no están muy bien vistos y menos si tienen cámaras de vídeo o fotos. Muchos mauritanos creen que si les sacas una foto les robas el alma, así que es común que se te enfrenten si ven que vas a disparar. Para ellos es como un arma.
Otra experiencia, el mercadillo de la ciudad. Si te agobian las masas un consejo, no vayas. La gente se te tira literalmente encima para venderte de todo. Y una vez más, basura. La "mierda" está por todas las calles y en algunos lugares es imposible respirar. A las mezquitas ni se te ocurra entrar, los turistas no son bienvenidos.
El último día no ganamos para sustos. Sacando fotos a la calle desde el coche nos detuvieron unos militares. Decían que habíamos fotografiado un lugar prohibido, la Embajada de Israel. Varios militares con sus rifles nos hicieron bajar del coche, lo inspeccionaron, nos cachearon y nos obligaron a mostrarle todos los vídeos y las fotos. Casi nos llevan presos. Poco después en el aeropuerto, toda una odisea para dejar el país. En los controles te registran, te encierran en un cuarto y te piden dinero. Yo no cedí pero hubo compañeros que fueron presionados y tuvieron que dejar allí sus euros si querían salir.
En Mauritania se respira miedo, inseguridad y corrupción pero visitar ese país es toda una experiencia. Encuentras una realidad tan diferente a la nuestra y se encuentra a sólo dos pasos de aquí, es increíble. Cada día es un reto para su humilde población. Un reto que puede resumirse en una única palabra: supervivencia.